viernes, diciembre 14, 2007

1.

Aries era, fundamentalmente, un sentimental. Lo habían bautizado sin pudor el 15 de abril bajo el nombre de su signo zodiacal, no habiendo ningún familiar memorable que repetir, ni nadie que se preocupara lo suficiente para pensar en un nombre propio.
llevaba cuatro cosas en su mochila: una cámara de fotografías, un cuaderno de hojas blancas sin rayar, una pluma de tinta morada y unos lentes de repuesto. Su vida era bastante sencilla, las preocupaciones se limitaban a los momentos de inspiración para poder escribir o fotografiar. Constantemente le decía a sus pocos amigos que entre la fotografía y la literatura, prefería la literatura pero que era mejor fotógrafo; repetía que la fotografía era indispensable para detener por instantes un mundo demasiado acelerado y generalmente culminaba sus diatribas frente a la estatua del dictador, insultándolo por comunista, pero por sobre todas las cosas, por haber tenido tan mal gusto.
Usualmente caminaba a todas partes: al trabajo ( fotógrafo de siento en la plaza central e itinerante de eventos históricos ocasionales), al otro trabajo (esporádico editor de la página judicial de un semanario local), al mercado, al puesto de revistas y siempre a la casa de mujeres amorosas donde calmaba su soledad.
Los fines de semana, paseaba por las tardes a lo largo del río, armado con su paraguas antiguo y debajo de un sombrero de calle que protegía una incipiente cabeza, en la cima de un incipiente cuerpo.
Ese diciembre, la época de lluvias se había lanzado con fiereza sobre la ciudad. En la historia reciente solo había memoria de dos inviernos similares: el de 1968 y el de 1975. En ambos las aguas habían acabado con los barrios de invasión y promovido toda clase de enfermedades entre la población, como describían los medios, menos favorecida. Afortunadamente para Aries, el piso donde vivía no tenía goteras y sus vecinos eran personas muy concientes del invierno, de manera que el balcón, que quedaba  arriba de su sala, siempre estaba impermeabilizado. Vivía allí hace por lo menos 12 años y desde su ventana había visto caer muertos a un candidato presidencial y a decenas de menos-favorecidos. Tenía colgado en la pared de la sala, un cartel de la última campaña política de su partido (que renovaba en cada ejercicio electoral), junto a una medalla que en letras itálicas resaltaba su alegría en el recreo (1965); completaban el cuadro, un sofá de terciopelo purpura y una mesa auxiliar, sobre la cual posaba un florero de vidrio con una flor de temporada.
A pesar de las apariencias, Aries gozaba de una pequeña fortuna, que guardaba escrupulosamente para el momento indicado. No escatimaba esfuerzos para ahorrar y solo fallaba en su intención cuando su candidata de siempre, Flora Cárdenas, se lanzaba en alguna aventura electorera. Esa debilidad, la más sobresaliente,se   explicaba por una belleza que hacía campaña desde la adolecencia y despertaba en las venas de Aries toda su efervecencia, incluso la política. Sin embargo, más adelante llegaría un momento con apariencia de oportunidad y Flora Cárdenas no vería llegar su contribución.

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